Y yo me di cuenta que no puedo o quiero decir lo mismo de mi hija. Ella sí tiene miedo para hacer algunas cosas que otros chicos ni siquiera dudan: para tirarse del tobogán por ejemplo, para pedirle algo a alguien, para evitar que le saquen los juguetes y para recuperarlos, son todos ejemplos que parecen muy chiquitos, pero que para la cotidianeidad de un chico, lo son todo.
Entonces, en vez de mirar para afuera y decir "me gustaría que mi hija sea más desinhibida, libre, juguetona, experimentadora, aventurera", me señalo a mi misma y digo "aja". Yo soy la que la tiene que soltar. Reconozco que estoy muy encima de ella (para cuidarla, protegerla, lo que sea). Por momentos, sin darme cuenta, me adelanto a las situaciones antes de que me pida ayuda, no la dejo explorar sus propios límites. Si se está poniendo la remera y se le complica, me acerco y se la termino de poner. Pero cómo va a hacer ella para saber sus propios límites, qué es lo que supera, si no la dejo averiguarlo por sí misma.
"El exceso de atención, la sobreprotección, obstaculiza los procesos de desarrollo y el logro progresivo de autonomía, que es un proceso que tiene muchas pequeñas frustraciones (cosas que no puede hacer, que no puede tener), que además de ser parte de la vida, le permiten aprender a soportarlas (tolerarlas), avanzando en su madurez y preparándose para la vida." Fuente
Entonces, me propongo empezar con dos cosas:
1. Dar margen, respetar sus propios tiempos para hacer las cosas, dejarla explorar. Esto supone no anticiparme ni mediar por ella con otras personas.
2. Acompañarla en sus frustraciones. Lo más importante es mantener la calma cuando se cae, se inquieta o sufre. Si ella me ve tranquila va a reaccionar muy distinto a si me ve preocupada, ansiosa o contrariada. Básicamente, ser consecuente con el primer punto.
PD.: hoy me saqué mi primera cana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario