miércoles, 29 de octubre de 2014

domingo, 26 de octubre de 2014

Tomar decisiones


Solía postergar hasta el final la toma de decisiones para que el "destino" o alguien con mayor confianza decidiera por mí. Y por no elegir lo que quería para mi propia vida, casi siempre, me quedaba sin el pan y sin la torta.

Tomar decisiones creo que tiene que ver con ser consciente de tus límites, de tu autoridad energética, de qué es lo que sentís, de quién sos. Y como yo no tenía muy claro ninguna de esas, me dejaba llevar.

Mis no elecciones me llevaron a un escenario en el que venía trabajando sin cobrar (porque no podía elegir un valor) y haciendo más de lo que realmente podía (porque no podía elegir cuándo parar). Por ejemplo, en un momento, estaba con tres líneas de trabajo abiertas (a falta de poder elegir una sola) y una amiga me ofreció una más completamente distinta y acepté sabiendo que no era lo que realmente quería hacer. Era un trabajo a comisión con muy pocas expectativas de ingreso. Lo que quería decir otro trabajo más gratis. Mi amiga se entusiasmó, empezó a decidir por mí mis horarios y mis días, y ahí me di cuenta que no podía seguir así.

Si trabajaba de más eso quería decir que iba a cambiar una dependencia por la otra: iba perder mi tiempo de ocio (la razón por la cual mandé a mi hija a la escuela), mi tiempo de realización personal (la actividad con la que fluyo y me siento más cómoda, mi emprendimiento de asesorías en comunicación) y mi flexibilidad de horarios.

Me tomó un día reconocer que lo que realmente quería hacer era decir "no". Hete aquí, que el día anterior me enteré que mi amiga había tenido unos problemas en el trabajo y que le había renunciado una de sus empleadas. Y yo pensé, sí, podría ayudarla si me lo pide, pero ¿a qué costo? Realmente, me iba a angustiar, a frustrar, hasta enojar si seguía adelante con eso.

Ya había visto suficientes películas en las que el personaje principal no se anima a decir la verdad de lo que siente por miedo a lastimar al otro y se termina enredando y complicando al cuete. Termina haciendo la gran checoslovaka. Por eso, tomé la determinación y me animé a decirle que ahora no quería dedicarme a eso. Ella aceptó muy respetuosamente mi decisión. Podría haberse enojado también. Y era una posibilidad, pero ya no puedo estar actuando a partir de cómo pienso que van a reaccionar los demás, lo hice toda la vida y ya no quiero más. Si se enojan se enojan, mi enojo es tan válido como el de los demás.

"Cuando le decís "sí" a los demás, asegurate de no estar diciendote "no" a vos mismo"


Fuente de la imagen


Y todo esto vino a cuento de ¿por qué le tengo tanto miedo a tomar decisiones? Y me di cuenta que no me gusta equivocarme. Quiero que todo me salga bien, y quiero que me salga bien de una. 

Así que voy a tomar estas reflexiones como una invitación a equivocarme, a aprobar mis decisiones independientemente de lo que surja, a aceptar mis errores, a desdramatizar mis actos. Es lo que es y punto. Justo acabo de leer algo que se relaciona con esto: "puede haber felicidad en el error o insatisfacción en cada objetivo alcanzado. Depende de uno".

Mi desafío de comodidad es aprender a equivocarme y experimentar con lo que surja! Soltar pretensiones y expectativas para permitirme la sorpresa. 

miércoles, 15 de octubre de 2014

Afirmaciones positivas #14


"El camino a la felicidad: alejá tu corazón del odio, tu mente de la preocupación. Viví sencillamente, esperá poco y da mucho. Distribuí rayos de sol, olvidate del ego y pensá en los demás"

Afirmaciones positivas #15


"Tenés que aprender a elegir tus pensamientos de la misma manera que elegís tu ropa cada día. Éste es un poder que podés cultivar"

Ejemplos de extraños


En el tren me pasó una situación que me hizo reflexionar muchísimo sobre cómo me estaba desenvolviendo en la vida:

Siempre pienso que las personas que eligen sentarse cerca nuestro están por alguna razón. Un día, me senté y pensé: ¿a ver a qué tipo de gente atraigo? Al instante, un señor de cincuentilargos, erguido y con presencia, vestido de traje se sienta enfrente mío y se pone a leer su kindle, al lado, una señora que no recuerdo.

El tren arranca y a las dos estaciones se para por problemas técnicos. Un guarda pasa diciendo que ese tren fue cancelado y que va a venir otro a levantarnos. La mayoría de la gente entra en pánico, sale del quejándose, mientras tanto, veo que este señor se queda tranquilo leyendo su kindle. La verdad me llamó la atención que siguiera como si nada hubiera pasado. Luego de esperar unos cuantos cuantos minutos en el andén, la gente vuelve a entrar al tren para esperar sentada por lo menos.

Y en eso pasa algo maravilloso: una señora muy humilde de muy pocos recursos le pregunta a una chica muy bien vestida si estábamos cerca de la estación Martínez porque tenía una entrevista de trabajo con una patrona y no quería perder el trabajo. La chica le contesta que, efectivamente, estábamos muy lejos y que no se podía llegar caminando. Entonces la señora, le pregunta si podía usar su teléfono para avisarle a la patrona que iba a llegar tarde que por favor le cuidara la entrevista. La chica contestó que no, que no tenía crédito. Y automáticamente empecé a pensar en todas las cosas que me había enseñado mi padre cuando empecé a moverme sola: una chica jamás tiene que dar su número a nadie porque después lo pueden usar para extorsionarte y demases. Claro, pensé, la chica contestó probablemente como lo hubiera hecho yo, por una cuestión de seguridad.

Hete aquí que este señor que estaba al lado mío, calladito leyendo su libro, saca su celular del bolsillo y sin decir nada se lo alcanza a la señora. La señora le agradece y se le acerca para decirle que no lo sabe usar, si él le podía marcar el número, y saca de su bolsillo un papelito con el número y las indicaciones de cómo llegar. Ella utiliza el teléfono, le avisa a su patrona, y cuando le devuelve el teléfono, se da vuelta para darse cuenta que otra persona le había ocupado el lugar. Así que se queda paradita. Este señor guarda el kindle, agarra su bolso y se para para cederle el asiento a esta señora. Lo miré sorprendidísima pensando "qué caballero".

Para empezar la trató de la misma manera con la que hubiera tratado a un diplomático, respondió con mucho respeto y altura, y además, nos dio una lección a todos. Estamos tan metidos dentro de nosotros, tan ensimismados, con tanto miedo al afuera que no somos capaces de tender la mano cuando un extraño la necesita. Este señor no tuvo miedo de que le pase algo al revelar su número de contacto, de perder el asiento y tener que viajar parado, no. Se mostró despreocupado. Me dio la sensación de que es una persona va por la vida atrayendo claramente la abundancia porque él mismo es abundancia para los demás. Dio sin esperar nada a cambio, dio en respuesta al pedido de alguien, dio sin peros.

Y al mostrar todo esto, me mostró a mi el miedo que le tenía al exterior y cómo me estaba guardando por miedo a que lastimen, perjudiquen o compliquen. Y lo tomé como una invitación a confiar en lo que el universo tiene preparado para mi cuando decida soltar y entregarme a lo que se me presente. Qué lección, qué cachetazo me dio este este señor. Gracias.

lunes, 6 de octubre de 2014

Cambio de página

Hoy me recibí. Después de años de cursadas, lecturas en el tren, estudio entre mate y bizchochitos, exámenes, esfuerzos y placeres, rendí el último coloquio en la facultad. Una década en la que pasó de todo: me puse de novia, tuve a mi hija, me casé con el amor de mi vida, armé una familia hermosa, le puse luz a mi sombra y generé un entorno de amistades entrañables. A partir de ahora me puedo llamar Licenciada en Comunicación Social, y si bien esto representa sólo un puchito de mi, ponerle nombre a lo que soy me empodera. Con esto, cierro una etapa, con todas sus expectativas, deseos y anhelos, para dar comienzo a otra libre de pretensiones, mágica y pura. Se está abriendo algo maravilloso, lo estoy sintiendo...


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