viernes, 22 de agosto de 2014

Pynocho

En relación al post Ni la gran checoslovaka ni la tana ferro donde reconozco la importancia de ejercer la sinceridad con uno mismo y con los demás, encontré este texto de Guillermo Echevarría que da en el clavo:

La relación con otra persona no es solo lo que nos decimos. También está lo que pensamos y no decimos. A todo eso pensado y no dicho lo llamo p-y-no-cho, porque me hace acordar al Pinocho de Disney, a quien le crecía la nariz cada vez que sus palabras no eran coherentes con sus pensamientos, es decir, cada vez que mentía, que es lo que terminamos haciendo en las relaciones cada vez que empezamos a ocultar lo que pensamos.

¿Es conveniente ventilar lo que pensamos?
A veces sí porque, si los pudiéramos expresar, nos ayudarían a estar mejor en la relación, ya que nos permitirían, por ejemplo, pedir lo que necesitamos para sentirnos respetados o para dejar de estar incómodos y así llegar a acuerdos más satisfactorios.

¿Por qué no revelamos nuestros pynochos?
Porque juzgamos que, si hacemos públicos esos pensamientos en un acto de honestidad brutal, podríamos tener problemas aun mayores con los demás.

No podemos evitar que constantemente nos aparezcan pynochos. Lo que sí podemos hacer es elegir qué vamos a hacer con ellos. No tenemos por qué caer ni en el extremo de esconder lo que nos pasa ni tirárselo al otro en la cara. Hay un camino intermedio que consiste en reciclar los pynochos para quitarles su radioactividad y convertirla en energía para mejorar la relación.

Una vez procesados, los pynochos se convierten en una enorme fuente de energía para la relación. ¿Por qué? Simple, porque al depurarlos y compartirlos, los demás pueden enterarse de qué es lo que necesitamos de ellos y, preguntando y escuchando, nosotros también  podemos conocer lo que ellos están necesitando de nosotros para llevarnos mucho mejor.

Existe una manera de reciclar la energía radioactiva de los Pynochos y convertirla en energía constructiva...

Una fórmula para organizar nuestra comunicación puede ser:
-Cuando veo, escucho o me enero de que dijiste... (datos objetivos)
-Me siento...(describo cómo impacta en mis emociones: molesto, angustiado, me asusto, etc.)
-Porque pienso, creo, interpreto, supongo que...(expresamos qué es lo que valoramos y que sentimos que se está poniendo en riesgo y por qué)
-¿Cómo ves esto que te digo? (Invitamos al otro a que exprese su visión de la situación)
-Hacemos silencio para poder realmente escuchar.
-Resumimos lo que entendimos que el otro quiso decir, para chequear cuánto comprendimos.
-Lo que yo quisiera es que...(mis deseos y expectativas dichas como necesidades personales y no como exigencias).
-Lo que te pido, sugiero, invito, propongo es que, a partir de ahora...(pedidos y ofrecimientos concretos)
-¿Qué te parece?
-Hacemos silencio para escuchar. Luego resumimos y chequeamos lo que escuchamos.
-El objetivo es que podamos comprender las necesidades mutuas para llegar a un nuevo acuerdo que cambie la situación. Negociando con el otro hasta que encontremos los cambios que sí podemos y queremos hacer hoy y que harán que ambos nos sintamos mejor.
-Nos comprometemos mutuamente a mantener lo que acordamos y, también, podemos acordar de qué manera nos vamos a avisar si detectamos que el otro se salió de pista. Aquí, el humor puede ayudar mucho a avisarnos uno al otro las cosas sin agresión hasta que logremos incorporar el hábito de actuar según lo que prometimos al otro.

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