La conocí en el colegio y nos hicimos amigas. Ella era despistada, desorganizada y muy sociable; no se hacía problema por nada, y las cosas le salían igual y bien. Yo era organizada, aplicada y muy responsable. Nos complementábamos bien. Ahora, después de casi diez años de conocernos, las cosas cambiaron poco.
Cuando terminó el colegio, se fue a recorrer el mundo. Primero, trabajó en la empresa del padre y por ese tiempo conoció a un modelo sueco al que se encontró en un spa de Bolivia; convivieron durante un tiempo. Estudió Marketing, una carrera corta para capacitarse en la empresa familiar y se fue a Brasil a hacer un curso de pintura de cuadros, su afición desde pequeña. Cuando terminó el curso, llamó al padre para decirle que pensaba quedarse unos días más y se terminó quedando todo un año. Ahí conoció a un portugués y luego del año se fue con él a su casa en Portugal. Vivieron un tiempo en una casona antigua rodeada de viñedos y mucha naturaleza. Luego volvió a instalarse en Bolivia y al poco tiempo, el padre la convocó para participar de un viaje de trabajo en Sudáfrica. Cada tanto hace sus viajes a Buenos Aires para reencontrarse con sus viejos amigos del colegio y ponernos al día de sus extravagantes hazañas.
Cuando terminé el colegio empecé una carrera en la universidad pública y al año conocí a mi novio. Durante mucho tiempo mis mayores preocupaciones eran los exámenes y los textos de la facultad. Viajé de vez en cuando a alguna provincia argentina y sefiní. Había planificado viajar al exterior recién al finalizar mi carrera como un premio, pensaba hacer un Work and Travel al Caribe o a Nueva Zelanda o a Irlanda. La idea era recorrer el mundo y conocer gente diferente, abrir la cabeza, pero la vida se me adelantó y me llevó por otro camino. Ahora no quiero viajar. Estoy por terminar la carrera y ya estoy viviendo con mi pareja, formé una familia y soy madre de una hermosa beba. La vida me tuvo que sorprender, hizo trastabillar mis expectativas y me hizo cobijar otras que no contemplaba. Ahora no puedo pedir nada más.
Ayer cuando me encontré con Lorena reconocí que me encanta llevarme con gente diferente a mí, que hace lo que quiere sin planificaciones, que vive como volando en el aire. Y también me di cuenta que, secretamente, las dos queríamos un poquito de la vida de la otra; pero ninguna dijo nada, al fin y al cabo, con tenernos cerca nos basta.
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