lunes, 28 de julio de 2014

Berrinches, la práctica - Parte 2 (post catártico)

Cada vez más me doy cuenta que la educación más importante que le puedo dar a mi hija no es la académica que supone la transmisión de contenidos, sino la emocional. Para mí es más importante que sepa manejar sus emociones que a aprender inglés, los colores o los números. Lo más importante en esta etapa es que pueda canalizar sus enojos, desprenderse de sus frustraciones, vencer sus miedos, reaccionar tranquila ante los conflictos, aceptar serenamente los cambios. Una de las ventajas de la crianza con apego es justamente tener la posibilidad de atender a estas necesidades básicas, tan importantes como la alimentación.  Mas ¿cómo voy a enseñarle a manejar sus emociones si todavía no puedo yo con las mías? En mi caso, la maternidad me llevó a trabajar sobre mis propias emociones, en un nivel profundo e incómodo, pero necesario.

Hace unos meses, empezó con los berrinches y mamita. Lloraba por todo y por momentos, sin motivo aparente. Y me era muy difícil responder de manera tolerante y serena todas las veces. Porque un llanto cada 5 minutos no te da tiempo para digerir el anterior. Y claro, después de todo un día de berrinches, me fui poniendo una barrera emocional para poder soportarlos. Yo describía las emociones que pensé que tenía, como había leído, pero me salía con mucha distancia, poco natural casi de manera estereotipada, como para no desbordarme. Mas, los berrinches seguían y cuando me vi reaccionando con poca tolerancia y con la rigidez de mi madre, me di cuenta que algo tenía que cambiar.

Primero, me acostumbré a reconocer mis propias emociones y a describirlas sinceramente. Antes pensaba que no tenía que mostrarle a ella mi enojo para que no sintiera mi desaprobación. Mas, si estoy enojada y me quedo callada, es un doble discurso, ellos se dan cuenta, no son tontos. En esos casos, me permití demostrar mi enojo, no con descargas verbales, sino simplemente marcando una distancia necesaria. La pediatra me explicó que el berrinche necesita público y que a menos que se pegue o haya riesgo de que se lastime, podía irme de la habitación diciéndole cosas como "estoy cansada, así que cuando termines de llorar hablamos" o "llorá todo lo que quieras, sacalo de tu cuerpo, y cuando termines de llorar vemos cómo o qué podemos hacer, así no podemos resolver".

Después, un poco más en control de mi misma, intenté conectarme con ella, me ponía a su altura, la miraba a los ojos, le tomaba en brazos con confianza y, muy comprometida con los sentimientos que estaba atravesando, le intentaba poner palabras a lo que le pasaba: "estás frustrada porque no te sale hacer lo que querés", "estás triste y enojada porque te sacaron el juguete, y no es para menos". Pero me di cuenta que en ese momento ella no quería escuchar razones ni explicaciones de lo que estaba pasando. Quería otra cosa.

Ahora cuando llora, sólo digo "estás llorando" para reconocer lo que está pasando y "yo estoy acá con vos acompañándote" para que sepa que ante llanto, pataleo y cualquier otra manifestación de emoción, voy a estar a su lado. En definitiva, es lo que todos queremos, alguien que nos quiera a pesar de todo. Y esa seguridad, esa confianza, es la que me di cuenta que vale. El berrinche no pasa por un problema de autoridad, de pretender que el chico haga lo que uno dice sin quilombo simplemente porque uno piensa que está en lo cierto. Me parece que en esta edad donde todavía no saben muy bien qué es lo que les pasa o cómo reaccionar ante prohibiciones, están en todo su derecho de experimentar de la manera que les sale. El adulto tiene que poner el cuerpo y por momentos no es nada bonito, es verdad. Esta es la manera que ahora me permite transitar estas situaciones, quizás mañana encuentre otra que se ajuste mejor, sólo sé que ahora ésta es la que resuena en mí como verdadera.

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