lunes, 28 de julio de 2014

Berrinches, la teoría - parte 1

Desde que soy mamá me descubro gugliando soluciones a la mayoría de las cosas: cómo hago para que se quiera bañar, para dejar el pañal, para que coma con ganas, etc. Ante la incertidumbre, desborde y desconocimiento una, madre primeriza en sus late twenties, intenta encontrar respuestas a las situaciones difíciles de manejar con el solo sentido común. Así, me encontré buscando respuestas como si los chicos tuvieran instrucciones: si vos hacés esto, esto y aquello, tu hijo va a estar bárbaro. Y la verdad es que no es tan así. La teoría está buena como guía y apoyo de la práctica. Pero hay que tener en cuenta que hay tantas teorías como personas, y es importante ver cuál es la que resuena con cada uno en cada momento. Siempre teniendo en cuenta que no está bueno aferrarse a ningún ideal de cómo deberían ser las cosas.

Recientemente me vi buscando información sobre los berrinches (desesperada, cuándo paran, qué hacer, cómo sobrellevarlos) y encontré una nota que va conmigo. Dice que hay tres cosas básicas que nos generan mucho enojo: el no reconocimiento de nuestra necesidad básica, la falta de coherencia y veracidad, y el doble discurso. Transcribo los tres párrafos que más me llamaron la atención: 

El niño no puede poner en palabras esa necesidad original porque es responsabilidad del adulto. Pero cuando nadie registra nada y además se reta al niño por el berrinche, el niño ve que se lo está retando o poniendo en penitencia por una expresión desplazada de su deseo original, el no hace más que expresar algo que no le fue respetado: sus cuidados, sus tiempos, sus necesidades.

Vamos a un ejemplo muy típico y de todos los días: Un niño se cae, se golpea y el adulto que está al lado le dice: “¡No pasa nada!”. Si bien el ejemplo es básico pero me permite explicar sencillamente este punto y podríamos llevarlo a otras escenas de la vida de cada día también. Un niño con más carácter llorará más fuerte, por qué, porque se cayó, le duele, o se raspó, se asustó, etc. PASÓ MUCHO NO NADA! En su mundo pasó todo eso pero el adulto no traduce lo que pasó sino que tergiversa la situación y traduce otra cosa. Claro que esto causa enojo, bronca y más dolor. El adulto es el responsable de poner palabras a lo que pasa y si no sé preguntar: Qué pasó? Te duele? Te asustaste? Qué necesitás? Mientras se lo contiene.
   
Si estoy enojado y pongo una sonrisa y digo no pasa nada… Ese niño percibe el alma del adulto y por otro lado un discurso que va totalmente en contra de lo que el ve. Esto genera muchísimo ruido y la tensión lleva al niño a liberar, quizá con un berrinche, la tensión del ambiente, o la tensión que hay entre la pareja o mismo cosas no dichas que generan tensión en la mamá el niño las percibe y estará inquieto hasta que se ponga luz y aclare o libere esa situación, sea poniendo en palabras, expresando desde la verdad, hablando con quien tengo que hablar, etc. Quizá no se resuelve el tema pero puse palabras, se ordena la cabecita del niño, hay calma en la tempestad como también la confianza que hay un adulto que registra y traduce lo que el propio niño, por el hecho de ser un niño, aún no tiene la capacidad de hacer.

Fuente: me lo pasaron por mail sin aclaración

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