lunes, 21 de julio de 2014

¿Por qué no?

Ya de muy pequeñita, a mi hija le gustaba saltar en la cama. Al principio, yo le decía que no, que es peligroso, que se puede caer, que podía llorar, que no quería que saltara. Hasta que un día la encontré saltando a escondidas. Y en vez de entrar e interrumpirla, me quedé mirándola. No le pude decir nada. La vi tan contenta saltando, con una alegría y serenidad, que me dije "¿por qué no?" ¿Por qué no dejarla? Si le encanta saltar. Y además, saltar en la cama es re divertido.

Entonces, me permití ver la situación de otra manera. Yo como adulta soy guía en la materia de mi hija. Hay ciertas cosas que definitivamente no puede hacer, como tocar el enchufe o tocar el fuego. Ahora, hay otras cosas que no se presentan a sí mismas de manera tan clara. Saltar en la cama supone un riesgo potencial. Se puede caer como no. Pero si dejamos de hacer las cosas por lo que podría llegar a pasar caemos en la paranoia. Y tuve que reconocer que el miedo era mío, y no tengo por qué pasárselo a ella. Ella no tenía miedo, estaba chocha, ¿se lo voy a sacar? ¿Le voy a sacar esa seguridad y esa confianza? Con lo difícil que es tenerla de grande. No. El peligro no está afuera en las cosas inherentemente, por que sí. El peligro está en cómo nos manejamos nosotros. A mi me criaron con muchos miedos, con muchos "no se puede", y por eso, es que quiero hacer las cosas distintas.

Hay una anécdota de Einstein que me contaron hace poco que ilustra un poco esto. Él estaba sentado leyendo frente a un lago congelado donde había unos chicos patinando. De repente, se rompe el hielo y uno de los chicos cae al agua. El amigo que estaba con él, intenta agarrarlo pero el otro se hunde. Rápidamente, empieza a martillar el hielo para hacer otro agujero para poder sacarlo. Y golpea tan fuerte que logra hacer una abertura que le permite rescatar a su amigo. Cuando al rato llega la policía, no podían entender cómo es que el chico había podido romper el hielo de un grosor tan grande. Y se acerca Einstein y dice "porque no había ningún adulto alrededor que le dijera que era imposible". Otras versiones dicen que dijo "como no sabía que era imposible, lo hizo". Y a veces está bueno no saber algunas cosas. Está bueno no tener las prohibiciones internalizadas.

Entonces le dije "Vos querés jugar a esto y está perfecto, primero, tenés que tener en cuenta los límites". Uno piensa que porque son chiquitos no entienden, y la verdad es que creo que no importa si entienden o no, si no que lo escuchen, una y otra vez hasta que sí. Cada vez que iba a saltar le pedía que me avisara. Y en cada ocasión le recordaba que estuviera atenta a los bordes. Mi tarea como madre no es impedirle hacer las cosas que yo considero riesgosas, sino mostrarle las consecuencias de sus propios actos. Si quiere saltar en la cama puede hacerlo pero sabiendo lo que puede pasar y no de manera inconsciente. De esta manera, le permití experimentar, le di un espacio para que fuera consciente de los límites, le di responsabilidad y poder de decisión.

Algo similar me pasó en la plaza, campo de experimentaciones por excelencia. Cuando Oli era muy chiquita y quería subir las escaleritas, yo me adelantaba y la ayudaba, hasta que me di cuenta que de esa manera, ella no sabía qué es lo que podía hacer y qué no. No conocía sus propios límites. Y si no conocés tus propios límites no sabés cuándo los superás. Hasta que me pregunté ¿por qué no dejarla intentar? Y me di cuenta que al ayudarla, indirectamente, le estaba diciendo "vos no podés hacerlo sola". Así que la dejé hacerlo sola. Al principio no le salía, y se frustraba, puf, cuánto llanto hubo en el medio hasta que por fín lo pudo hacer sola. Jamás me voy a olvidar la cara de alegría cuando pudo subir sin ayuda de nadie. Cara de satisfacción, poder, logro. Por adelantarme ¿la iba a privar de eso?

Esto me llevó a pensar, cuántas veces me digo que no de antemano. Creo que los chicos vienen a cuestionar los supuestos de los adultos. Vienen a movilizar todo aquello que damos por sentado. Y no creo que pase por una cuestión de autoridad "porque yo lo digo". ¿Por qué digo lo que digo o hago lo que hago? Esta revisión es uno de los ejercicios que aprendí como mamá. Además, hay que tener cuidado con las prohibiciones, porque si están para transgredirse a escondidas, además de ser inútiles, marcan una distancia entre el adulto y el chico, que puede ser más peligrosa que aquello mismo que se intenta evitar.


Ilustración: Vero Gatti

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...